abril 08, 2009

en el cesto

Las gracias y desgracias del ejecutivo de cuentas

No me cabe la menor duda que mi vida cambió desde hace ya casi año y medio. Cansado de vivir en un mundo al cual no pertenecía (venta de materiales de construcción), y con todas las ganas de creer y crecer en todo lo que hacía; un buen día me topé con Treviño Creativo.

Todo comenzaba de nuevo, volvía a mi habitat natural: la comunicación. Debo aceptar que al principio fue complicado, el trabajar en este rollo exige tener una visión más allá de lo que comúnmente llegas a ver. Un enfoque estratégico que no precisamente se nace con él. Ese ha sido, y seguirá, siendo el reto.

Un poquito de lo que hacemos:

En este recinto (la concurrida habitación naranja de la casa, llamada también el Departamento de Cuentas) tenemos la responsabilidad de tener en nuestras manos el destino de las marcas que nuestros clientes nos dejan a nuestro cuidado. De nosotros depende el que se distingan, el que se desarrollen, que crezcan, y sobre todo, que lleguen y se mantengan en la mente de su mercado; que se posicionen.

Pero también somos un enlace. Somos el cliente interno ante nuestros creativos, donde discutimos prácticamente todos los días (a veces ganan ellos, y a veces nosotros) y el que da la cara ante el cliente. Sencillo ¿no?

Y ahí es cuando viene lo bueno: Tenemos que estar tan seguros de nosotros y de lo que se requiere, que la palabra más importante es la más difícil: NO.

No se trata de sentimientos; se trata de resultados. No se trata de escoger entre quedar bien con el cliente o quedar bien la Agencia; se trata de beneficios. Qué decisión genera más beneficios al producto de nuestro cliente. Por qué cumple mejor la promesa. Cuál tiene menos contratiempos. Hay que echarle coco para poder convencer, demostrar, entender, y finalmente proyectar lo mejor para la marca.

Cualquiera que lo haya intentado, sabe que decir NO, no es fácil. Sin embargo en la Agencia entendemos que para eso nos paga el cliente. Para eliminar el sentimiento de su decisión; para reconocer seriamente fuerzas y debilidades del producto, antes de que el consumidor se anime a comprarlo.

El ejecutivo de cuentas entonces es un cancerbero. Es el encargado de defender la marca, quizás más allá que el mismo cliente.

Lo maravilloso de la chamba es que, cuando no se nota, cuando lo complicado está bajo control, cuando no se rompe ninguno de los platos que giramos al mismo tiempo (frase del Borrego Salcedo, compañero del Departamento de Cuentas), cuando todos nuestros aviones despegan y aterrizan sin novedad a pesar de las frecuentes turbulencias, es cuando la hicimos bien.

Pero sobre todo, cuando tenemos la gracia de poder descifrar lo que nuestros clientes necesitan decirle a su mercado, y logramos transmitir esas ideas a los genios de la creatividad y el diseño para que las cosas sucedan.

Y claro, a veces, las cosas no suceden. Y cuando no suceden, la chamba del Ejecutivo, como quizás de cualquier profesional, es aceptar el resultado, y volver a empezar. Solo esperemos que el Jefe, y el cliente, nos den la oportunidad de reiniciar.

Por último y ya para despedirme solo quisiera cerrar con una frase que todos los que nos dedicamos a esto debemos conocer. No se puede trabajar en el mundo de la publicidad si no te diviertes como enano. Esa es la clave.

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